Este domingo escuchamos una de las parábolas más hermosas y poderosas que cuenta Jesús. Trata de un Padre amoroso y dos hijos que no aceptan ese amor. Un hijo vuelve a casa por la razón equivocada y el otro se queda en casa y no sabe lo que es el hogar. En el contexto original, Jesús está explicando por qué se junta con pecadores y reprende a los fariseos y escribas por no entender. El Padre es Dios. El primer hijo representa a los pecadores que son bienvenidos a casa. El segundo hijo, el amargado, representa a los fariseos y escribas. Sin embargo, esta parábola es intemporal y habla con amor y fuerza A TODOS LOS QUE QUIERAN ESCUCHAR PROFUNDAMENTE. Dios, el Padre Amoroso, siempre está dispuesto a perdonar. Perdonó al primer hijo, en el momento en que abandonó al Padre. El Padre espera que el hijo vuelva a casa para que pueda experimentar el amor y el perdón que son suyos. Aunque este hijo vuelve a casa por la razón equivocada -para cuidar de sí mismo y de su vientre-, se abraza al hijo descarriado y se celebra su vuelta a casa. El segundo hijo, al enterarse del regreso de su hermano y de la celebración, se enfurruña, se amarga y no quiere dar la bienvenida a su hermano. Aunque este hijo vivía con el padre, no tenía ni idea de lo grande y maravilloso que es su Padre. Le cuesta aceptar la totalidad y la generosidad del amor del Padre. Esta parábola nos recuerda el asombroso amor de Dios por nosotros. Nos llama a aceptar personalmente el perdón de Dios y a ser indulgentes con los demás. El deseo de Dios para todos sus hijos e hijas es que acepten su amor y celebren unos con otros y con nuestro Dios eternamente en el Gran Banquete .
© 2013 Eugene S. Ostrowski